98 PANORAMAS DE LA VIDA
perdido para ella, pero hácia el cual volaba siempre su alma en álas del recuerdo. El murmullo de dos voces que hablando quedo se
acercaban, arrancó de súbito á Anastasia de su
profunda abstracción.
La anchurosa falda de raso de una muger que pasó á su lado sin percibirla, rozó el blanco hábito de la novicia.
Anastasia se estremeció: un sudor frio bañó sus sienes.
Aquella muger era Patricia.
Apoyábase en el brazo de un hombre, y la mirada de sus ojos, tan irónica y altiva, fijábase en él, sumisa y apasionada.
Anastasia levantó con timidez la suya para mirar á aquel hombre; y por vez primera en su vida, una sonrisa amarga contrajo sus dulces lábios.
Pero esta sonrisa se cambió en una sorda exclamacion de espanto, cuando de trás de un árbol surgió de repente ante la enamorada pareja un hombre ceñudo, sombrío, terrible, armado de dos pistolas, que arrojando una álos piés del compañero de Patricia—Defiéndete, infame—le dijo—Tengo el derecho de matar como á un ladron al que bajo la fe de la amistad me ha robado la honra; pero quiero concederte el combate. Arma tu brazo, y muestra al menos que no eres cobarde al frente de