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¿GRINACIONES 99
un enemigo, como lo has sido ante las leyes del honor.
A esta sangrienta provocacion, el desafiado rujió de cólera y se precipitó sobre la pistola.
Patricia se arrojó entre ambos contendientes.
—Mátame á mí—esclamó volviéndose al otro— Yo lo amo; y si alguno de nosotros debe morir, ese soy yo!
Pero el inexorable adversario la apartó con un ademan de desprecio, y preparando el arma, mudo y severo, esperó.
Patricia cayó postrada en tierra, exclamando:
—Luis! no te dejes matar!
Sonó una doble detonación, y uno de aquellos hombres cayó bañado en su sangre.
Patricia exhaló un grito y se desmayó.
El vencedor tomó en sus brazos á Patricia desmayada y se alejó.
Anastasia, vuelta en sí del terror que la habia tenido inmóvil entre la sombra, arrojóse sobre el cuerpo inerte del herido. Con una mano restañó la sangre que salia á borbotones de su pecho; con la otra arrancó un tallo de yerba mojado de rocio, y humedeció su frente.
El moribundo abrió los ojos, y su mirada encontró, inclinado sobre él, el rostro pálido de Anastasia.