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UNA VISITA AL MANICOMIO 141

— ¡Siempre con el mismo terror hácia un ser fantástico que él llama la— abadesa—dijo la hermana—Era un excelente jóven, hijo de una honrada familia. Hacia poco que servia como inspector en el cuerpo de celadores, cuandu una noche tuvo que entrar en el convento de la Concepcion llamado por la campana de alarma. Las monjas habian sentido ladrones en los techos y pedian socorro. Dióselo el jóven inspector, que registró el convento y tranquilizó á la comunidad. Pero al despedirse de las religiosas dejó entre ellas el juicio. Al siguiente dia fué conducido loco á este recinto.

Hablando así la hermana Teresa, llegó conmigo á la apartada habitacion donde moraba Delfina.

IV

El amor de una virgen

Tenia quince años, y era bella con los últimos fulgores de la infancia y los primeros destellos de la juventud. Su corazon dormia como un lago rodeado de azucenas apenas rizado por las brisas de la mañana, sus pensamientos como blancas mariposas volaban plácidos en el oasis de la vida cosechando rientes ensueños que cada primavera coloreaba mas y mas con los tintes mas seductores que los de las rosas que abrian en el jardin donde la linda jóven, entre