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Página:JM Gorriti Panoramas de la vida 2.djvu/159

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UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 159

allá, colgadas á un clavo las llaves del almacen confiado á mi celo, comprendí la gravedad de mis deberes; y desde esa hora dejé de ser un niño, y me volví un hombre.

Mi madre notó este cambio en el momento, cuando fuí á verla. Su primera impresion se tradujo por una sonrisa de orgullo; pero luego la oi murmurar suspirando:

—0h! pobreza! pobreza! que arrebatas á las madres la infancia de sus hijos, con sus gracias y sus risas; y en la edad de los juegos los condenas á sembrar los abrojos de Adan?

Sin embargo. ella y yo nos acostumbramos poco á poco á esa separacion, compensada, por otra parte, en mucho con el doble gozo del domingo, que pasábamos juntos, desde las seis de la mañana, hasta las nueve dela noche.

Aquellos dias eran para la pobre madre una verdadera fiesta. Privándose, quizá, de lo necesario, durante la semana, esperábame con toda suerte de regalos; y nuestras tres comidas eran otros tantos banquetes, tomados mano á mano, bajo la fronda de las higueras; cuyas ramas, movidas por el viento, dejaban caer en nuestra mesa sus deliciosos frutos, que saboreábamos, riendo y formando dulces proyectos para el porvenir; proyectos en que, la fresca imajinacion de mi madre, jóven todavia, desarrollaba