182 PANORAMAS DE LA VIDA
de imprecaciones y gemidos. Precipitéme hacia fuera; y la vista del espectáculo que se ofreció á mis ojos, me arrancó este grito de terror :—¡ Estela !
Un mar de fuego arremolin aba sobre la ciudadsus jigantescas llamas, que impelidas por una fuerte brisa de Este, envolvíanlo todo en humeantes torbellinos, estendiéndose con prodijiosa rapidez hasta el puerto. Bandadas de pueblo, agitándose entre el humo y los torrentes de chispas atravesaban la encendida zona, completando el infernal aspecto de aquel cuadro.
—;¡ Estela !—esclamé, y arrojéme á las llamas.
Los elegantes edificios que al llegar cautivaron mis miradas, desplomábanse en torno mio, sepultando bajo sus ardientes escombros la multitud, que huyendo del fuego se precipitaba en las calles.
El corazon palpitante, el oido atento, los ojos deslumbrados por las llamas, el aliento sofocado por el humo, corria yo, abriéndome paso entre la muchedumbre clamorosa, vagando al acaso, sin saber donde dirigir mis pasos, cayendo, alzándome, pero corriendo siempre, y llamando á Estela con gritos ahogados por el hálito candente del incendio.
En un momento que, arrebatado por el empuje de la turba, corria con ella, sin que mis piés tocaran el suelo, crucéme con un hombre de alta estatura, que llevando en brazos un cuerpo envuelto en una sábana marchaba en sentido inverso. Su imponente busto