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192 PANORAMAS DE LA VIDA

Pero sus ojos, negros y azules hablaban el mismo idioma de sonrisas, y se comprendian á maravilla.

En ese momento, las señoras del divan se cansaron de charlar, y se acercaron al piano. Una de ellas, preludiando con un diestro arpegio tocó el valse la festa del cuarto acto de Hernani.

Al escuchar aquella música, de tan profundo efecto para los oidos americanos, las dos amigas se miraron sonriendo—Ambas se habian adivinado.

Estela, con la rapidez de ademan que le era habitual, arrebató de la blonda cabeza de la yankee el calañez de terciopelo azul que la adornaba, quitóle el largo velo blanco, y lo prendió sobre aquellos rubios cabellos, calándose ella el gracioso sombrerito. Luego, puso el brazo de su amiga sobre el suyo, y dando á su actitud un aire teatral de cortesana galantería, adelantóse con ella as centro del círculo.

Su llegada produjo un grande entusiasmo. Las señoras despejaron; y retirándose entre las columnas de la galería, entonaron el canto lejano de los Coros.

La pianista, encantada de aquella feliz ocurrencia que le permitia lucirse en su acompañamiento, comenzó su ejecucion,

«Cessari, y suoni»....... cantó Estela, en un contralto admirable.