UN VIAJE AL PAIS DEL ORO 211
en tan pocas horas descubiertas y perdidas; mas, siguiendo el sistema de aislamiento en el trabajo, llevé mis investigaciones á la hondonada.
Allí el agua habia dejado un ancho lodazal cuya superficie comenzaba á verdear con una naciente grama, indicando con esto, que nadie se habia acercado á aquel paraje.
En efecto, á la primera paletada de barro extraje multitud de trozos de oro; ya enclavados en fragmentos de cuarzo, ya sueltos, y como fundidos al crisol.
Cuando á la caida de la tarde volvia á la tienda, apenas pude subir el repecho de la hondonada tal era el peso que llevaba conmigo.
Cuánto gozo iba á innundar el alma metalizada de Samuel á vista del cuantioso producto de aquella jornada, que era suya!
Pero con gran sorpresa mia, no respondió á la señal convenida entre nosotros para anunciarle un hallazgo. Apresuro el paso, entro en la tienda, y lo encuentro caido en tierra, las facciones descompuestas, fijos y extraviados los ojos y el cuerpo torcido en horribles convulsiones. A su lado yacía una carta abierta y estrujada.
Levantélo en mis brazos: y logré, aunque con gran dificultad, ponerlo en la cama. Su cuerpo tenia la rijidez del cadáver.