206 PANORAMAS DE LA VIDA añadió—dirigiéndose á la asamblea—quien quiera, venga, que aquí estaré hasta el primer canto del gallo.
—Ménos palabras, y al hecho—exclamó Rogerio.
—Y bien, pardiez! que me place ! —respondió el incógnito.
Y así hablando, vació su escarcela y derramó en la mesa una cascada de relucientes doblones.
Imitólo el capitan, y no sin secreta vergilenza, alineó delante de sí tres doradas pilas de ducados : la manutencion de los cien valientes confiados á su cuidado!
Y la partida comenzó.
Lances diversos. Luego, la fortuna pareció inclinarse del lado de Rogerio; y tres golpes de dados le dieron otras tantas senas, que cercenaron enormemente la banca de su contrario, con gran contentamiento de Astolfo, quien dejando la puesta empeñada en la mesa comun, vino á colocarse á espaldas de su amigo.
Por cuarta vez el cubilete sacudido por la mano del capitan, arrojó un par de treses que acabaron la obra de las senas, despojando al incógnito de todo el oro que llevaba consigo.
Rogerio dejó sobre la mesa el cubilete, y mirando á su antagonista con aire de triunfo.