NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS 299
partida ha concluido —respondió conteniendo su despecho.
—Todo! ¿Y esa joya?
—En verdad que no me sé poseedor de ninguna.
—Yo si sé que sois su dueño. Juego contra ella el oro que os he ganado y esta llama del infierno —y señalaba el carbunclo.
El capitan se estremeció de gozo.
Pues bien! dijo—sea cual fuere, está en juego.
La misma siniestra sonrisa rizó los labios del incógnito, que tomando de su escarcela una hoja de pergamino, trazó con la uña del pulgar algunas letras.
—Hé ahí la joya del capitan—dijo doblando la hoja y colocando sobre ella el carbunclo.
Seguid, capitan—le dijo, inclinándose.
—Estabais feliz, y deseo que salgais de aquí contento. Os cedo mi derecho.—
Rogerio sintió, al arrojar los dedos, algo estraño que le hizo cerrar los ojos.
En silencio que sucedió al ruido fatídico de su caida; se los hizo abrir de nuevo.
Losmismos dos fatales puntos negros se destacaban en la blanca superficie del marfil.
Habia perdido! El proceso, la condenacion, la muerte y la deshonra surjieron otra vez en su espíritu, mientras el incógnito, pasando á su dedo el carbunelo,