IMPRESIONES DEL DOS DE MAYO 323
Andes, inclinado sobre los escombros, ocupábase en recojer los carbonizados restos de las víctimas, sin cuidarse de las balas que caian entorno. Su alta estatura, su ceño adusto, sus pobladas cejas, sus bigotes humeantes, y aquellos ojos de águila, le daban un aspecto sobremanera imponente. ¿Halló al amigo que buscaba? Lo ignoro. La vorágine de fuego que ví elevarse en el aire fué horrible, y debió devorarlo todo.
Sin embargo, ví la mano fraternal de un compatriota desenterrar á dos valientes colombianos sepultados en aquellas abrasadas ruinas.
Recordé entonces que aquella mañana ví llegar á dos heridos saludados con entusiasmo por los espectadores, que repetian los nombres de Ucros y Zuviría.
Recordé tambien que al lado de la camilla que conducia á uno de ellos, marchaba un jóven que no queria separarse de él.
Pensando y platicando así, habíamos llegado á las primeras casas del Callao.
Felipe nos dejó para tornar á Lima; y nosotras nos empeñamos en aquellas calles, que conservaban todavia el olor de la pólvora.
Llenábalas un ruido tumultuoso, que nos atemorizó.
Era el gozo de triunfo que tanto se parece al furor.