332 PANORAMAS DE LA VIDA
vió las guerras y las horribles matanzas que por su nombre y en su nombre habian de ensangrentar la tierra que él habia venido á redimir; y la série innumerable de los mártires, desde Esteban hasta Delboy, desde Molé hasta Juan de Hus y hasta Atahualpa, desfiló, silenciosa, lúgubre, ante su mente contristada.
Y él, que pocas horas antes llorara sobre Jerusalen, Noró ahora sobre la humanidad entera, y poseido de angustiosa agonia, la sien bañada de sangriento sudor: —Padre!—exclamó—haced que pase de mí este cáliz!
Mas, cuando su alma aniquilada por el dolor, iba á desfallecer, hé aquí que de un cúmulo de blancas nubes aisladas en el azul del cielo, desprendióse una luz diáfana, azulada, que descendiendo á él, tomó de súbito la figura maravillosa de un arcángel. Veia en sus manos un cáliz mistorioso, que, doblando una rodilla vertió delante de Jesús.
Era su sangre, su sangre, que mezclada á la de esos héroes de su fe, al tocar la tierra hizo brotar una planta, que convertida en un árbol jigantesco, cubrió con sus ramas el mundo; abrió, mal grado de los aquilones, su robusta florecencia, y maduró sus frutos, que gustados por los hombres, secaron en sus almas el ódio, haciendo nacer el amor...
Y Jesús leyó en ellas esas divinas palabras,