CAMILA O'GORMAN 375
á las celosías de las ventanas, en busca de un eco de la voz, de una sombra de la imágen de aquella que se había apoderado de mi corazon.
Pero vanas fueron mis investigaciones; pasó el tiempo, sin que jamás volviera á encontrar vestigio suyo, ni en el templo, ni en la calle ni en parte alguna.
La profunda preocupacion de mi ánimo, y mis prolongadas ausencias dieron al fin el alarma en mi familia. Creyóseme entregado á los peligros de un amor indigno; y comenzaron á vijilar mis pasos.
Aunque nada que confirmase aquellos temores pudo descubrirse, mi padre creyó necesario alejarme de Buenos Aires; y hallándose próximo á marchar á Europa en una mision dei gobierno, resolvió llevarme consigo.
El sentimiento que palpitaba en mi corazon tenía tanto de ideal, que mas bien que amor era un culto. Su objeto entrevisto y desaparecido para siempre, habíase tornado para mi un ser impalpable, una divinidad tutelar presente á toda hora en mi espíritu.
—Me seguirá mas alla del océano—dijeme, y acepté resignado el proyecto de mi padre, quien aguardaba de mi parte una viva resistencia.
La noche anterior á mi partida, atravesaba yo