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Página:JM Gorriti Panoramas de la vida 2.djvu/44

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44 PANORAMAS DE LA VIDA

inquietud, como el ave que siente zumbarla tempestad donde dejara su nido.

Habia cerrado la noche y la nieve caia á copos cuando llegamos al tambo de Tacora.

El primer objeto que se nos presentó al entrar en el patio fué un cadáver tendido en tierra, entre cuatro cirios. Era el del administrador del establecimiento, muerto pocas horas antes del tifus, horrible fiebre que estaba diezmando las poblaciones. Su pobre viuda, sentada á la cabecera del difunto, lloraba la doble pérdida de su marido y del bienestar de sus hijos, que, sin asilo ni sustento, iban á ser arrojados can ella de aquella casa donde habian vivido felices. Dios no lo permitió. Apénas mi jóven protector hubo sabido qué desgracia amenazaba aquella pobre madre, corrió á ella, y apartándola de ese lúgubre sitio, le dió, con una suma de dinero para el entierro, una carta dirigida al propietario del tambo, amigo suyo, garantizándole en la direccion del establecimiento.

Sin embargo, no obstante aquella hermosa accion, que debió derramar la alegria en su alma, el bello jóven estuvo triste y sombrío aquella noche. Ah! como dice el vulgo—ningun corazon engaña á su dueño!. ....

Por fin, á las doce del siguiente dia, cuando casi de rodillas suplicaba á mi compañero que prosiguiera