UN VIAJE ACIAGO 49
El cura lo recogió, trájolo piadosamente en sus brazos, y lo acostó en su propia cama, con la solicitud de una madre.
Cuando el niño se hubo dormido, el cura me pidió permiso para dejarme, pues la campana le llamaba al rosario.
Seguílo á la iglesia donde las gentes del pueblo estaban ya reunidas.
Notábase en la nave numerosos espacios vacíos. Eran los que dejaran los infelices barridos por la peste.
El cura, en vez de subir al púlpito, se postró humildemente al pié del altar, mezclado con sus feligreses, y recitó con voz grave pero llena de uncion ese conjunto de tiernas plegarias que constituye el rosario de Maria.
Despues del rosario les dirigió una corta plática. Reprochóles las rencillas, las enemistades, los odios entre criaturas de un dia, á los ojos de Dios, y en presencia de su cólera visible en el azote de la peste; los exortó al perdon, ála union, al amor, á la caridad, á la penintencia; y concluyó dándoles su bendicion.
De vuelta á la casa, el cura que habia enviado todos sus criados á cuidar de los enfermos, encendió lo que él llamaba su cocina improvisada: un grande
anafe de rom; frió dos papas; añadió á este potaje 4