silencio, el silencio solemne del mar reinaba en torno. Sin embargo, de la escotilla iluminada de la cámara del capitan se elevaban de vez en cuando rumores de voces que venian á interrumpirlo.
Y así pasaron las horas.
El hombre del timon consultó de pronto su reloj, y dejando la barra, fué hácia el del castillo de proa. Acercóse al hombre que allí velaba, y
—La hora ha llegado, dijo quedo. Y deslizándose como una sombra, bajó á la cámara donde dormia la gente, y abrió una linterna sorda que llevaba consigo.
En el mismo instante, de cada hamaca saltó un hombre armado.
—Bien!—esclamó Demetrio, que alumbrado por la luz rojiza de la linterna, tenia un aspecto feroz—bien, camaradas. Estábais listos. Ariba, pues, y á ellos. Para vosotros las riquezas: para mi esa mujer que juré hacer mia desde el momento que la vi. Por ella abandoné la bella « Urca, » de sombrías velas, terror del Archipiélago; por ella, disfrazado bajo el vestido de marino calabrés, manejo el timon de esta bicoca, esperando el dia que debia traerla á nuestro bordo. Vosotros me obedeceis con el miserable nombre de Demetrio Dandini: ¿qué hareis cuando os diga que soy Cerninio de Lesbos, el gefe de todos los piratas que espuman los mares desde Chipre hasta Cerdeña?