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DE LOS INSECTOS

Así se explica la extrema penuria de la historia fuera de las áridas notas del nomenclaturista. El insecto exótico, que nos agobia por su número, guarda casi siempre el secreto de sus costumbres. No obstante, convendría comparar lo que pasa a nuestra vista con lo que ocurre en otras partes; sería cosa excelente ver de qué manera varía el instinto fundamental en una misma corporación de trabajadores cuando varían las condiciones climatológicas.

Considerando esto, me apena nuevamente la idea de los viajes, más vana hoy que nunca, a no ser que encontrara un sitio en la alfombra de que nos hablan las Mil y una noches, la famosa alfombra en la que bastaba sentarse para ser transportado adonde a uno se le antojaba. ¡Oh maravilloso vehículo, muy preferible a la berlina de Javier de Maistre! ¡Si pudiera encontrar en ella un rinconcito con billete de ida y vuelta!

Pues lo he encontrado. Fortuna tan inesperada la debo a un hermano de las Escuelas Cristianas, el hermano Judulién, del colegio de la Salle, en Buenos Aires. Mis elogios ofenderían su modestia. Digamos solamente que, siguiendo mis indicaciones, sus ojos reemplazan a los míos. Busca, encuentra, observa y me envía sus notas y sus hallazgos. Yo observo, busco y encuentro con él por correspondencia.

Cosa hecha; gracias al excelente colaborador, tengo sitio en la alfombra encantada, y me encuentro en las pampas de la República Argentina, deseoso de establecer un paralelo entre la industria de los escarabajos peloteros de Sérignan y la de sus émulos del otro hemisferio.

¡Magnífico principio! El azar de los hallazgos me procura primero el Phaneus Milon, precioso