si algún punto demasiado fibroso no obedece a la acción del giro, las patas anteriores retocan los sitios defectuosos; dando golpecitos con sus anchas palas en la píldora, la nueva capa va tomando cuerpo y empasta en la masa las fibras recalcitrantes.
Maravilla la febril presteza del tornero cuando el sol calienta y la obra urge. El trabajo va de prisa. Lo que antes era una pildorita es ahora una bola del tamaño de una nuez y pronto será del tamaño de una manzana. He visto glotones que hacían bolas como puños.
Dispuestas las provisiones, se trata ahora de retirarse de la refriega y llevar los víveres a lugar conveniente. Y aquí empiezan los rasgos más admirables de las costumbres del escarabajo. En el acto se pone en camino; abraza la esfera con sus dos largas patas posteriores, cuyos garfios terminales, implantados en la masa, sirven de ejes de rotación; se apoya en las patas intermedias, y haciendo palanca con los brazales dentados de las patas anteriores, que se aseguran alternativamente en el suelo, anda a reculones con su carga, con el cuerpo inclinado, la cabeza abajo y el cuarto trasero arriba. Las patas posteriores, órgano principal de la mecánica, están en movimiento continuo; van y vienen, desplazan el garfio para cambiar el eje de rotación, mantener la carga en equilibrio y hacerla avanzar mediante empujes alternativos a derecha e izquierda. De esta manera la bola se encuentra sucesivamente en contacto con el suelo por todos los puntos de su superficie, y esto contribuye a perfeccionar la forma y dar igual consistencia a la capa exterior mediante una presión uniformemente repartida.