¡Adelante! La bola avanza rodando y, aunque con obstáculos, ya llegará. Primer paso difícil: el escarabajo camina a través de un talud, y la pesada masa tiende a seguir la pendiente; pero el insecto, por motivos que él conoce, prefiere cruzar este camino natural, proyecto audaz, cuyo fracaso depende de un paso en falso o de un grano de arena que perturbe el equilibrio. Ya está dado el mal paso, la bola rueda al fondo del valle; el insecto, derribado por el empuje de su carga, patalea, vuelve a ponerse derecho y corre a engancharse. El mecanismo funciona a más y mejor. Pero, mucho ojo, no te atolondres, aturdido; sigue por el fondo del valle y te ahorrarás trabajo y contratiempos; ese camino es bueno y liso, y la píldora rodará por él sin esfuerzo alguno. ¡Que si quieres! El insecto se propone volver a subir el talud que tan fatal le ha sido. Quizá le conviene volver a las alturas. Nada tengo que oponer a ello; la opinión del escarabajo es más clarividente que la mía en lo tocante a la oportunidad de mantenerse en lugar alto. Pero al menos toma ese sendero, que por suave pendiente te conducirá a la altura. Tampoco; si se encuentra cerca de algún talud muy empinado, imposible de subir, ése es precisamente el que prefiere el muy testarudo. Y entonces empieza el trabajo de Sísifo. La bola, enorme carga, es izada penosamente paso a paso, con mil precauciones, hasta una cierta altura, siempre a reculones. No se comprende qué milagro de estática pueda retenerla en la pendiente. Un movimiento mal combinado destruye en un instante el efecto de tantas fatigas; la bola cae arrastrando al escarabajo. Otra intentona de subida, seguida de nueva caída. Vuelta a subir por los pasos difíciles; pero esta
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Apariencia