Página:Jean-Henri Fabre - La vida de los insectos.djvu/151

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
137
DE LOS INSECTOS

su casa hasta la emancipación de la familia. Durante un mes o más carga los escombros de las excavaciones en su esportilla en horca, y los saca al exterior, siempre paciente, jamás desalentado por el rudo ascenso. Deja a la madre el trabajo moderado del rastrillo excavador, guarda para él lo más penoso, el extenuante acarreo en estrecha galería, altísima y vertical.

Después, el cavador se hace recolector de vituallas; va en busca de provisiones y reúne lo que ha de ser alimento de sus hijos. Para facilitar la obra de su compañera, que monda, estratifica y comprime las conservas, cambia otra vez de oficio y se hace triturador. A poca distancia del fondo rompe y desmenuza los hallazgos endurecidos por el sol; hace de ellos sémola y harina que van lloviendo en la panadería maternal. Finalmente, agotado por tantos esfuerzos, deja aquella mansión y se va lejos a morir al aire libre. Ha cumplido valerosamente su deber de padre de familia; se ha consumido por la prosperidad de los suyos.

La madre, por su parte, no se desvía de su deber. Durante toda su vida permanece en casa, domi mansit, como decían los antiguos con respecto a las matronas modelos: domi mansit, amasando sus panes cilíndricos, depositando un huevo cada uno, vigilándolos hasta el éxodo. Cuando llegan los ocios del otoño vuelve al fin a la superficie, acompañada de sus pequeñuelos, que se dispersan a su placer, para solazarse en los lugares frecuentados por ovejas. Entonces, no teniendo ya nada que hacer, la abnegada perece.

Sí; en medio de la indiferencia general de los padres por los hijos, el Minotaurus es respecto de los suyos de notable celo. Olvidado de sí mismo,