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LA VIDA

viará la labor y le permitirá a la vez la separación de lo mediano y de lo excelente. Cuando en el piso de arriba está todo triturado, hasta el piso, el cornudo molinero vuelve a subir al aire libre, hace nueva recolección y emprende otra vez su tarea de desmenuzamiento.

Entre tanto, la panadera, por su parte, no permanece inactiva en su oficina. Coge los despojos que llueven a su alrededor, los subdivide más, los afina y criba, lo más tierno para la miga central, lo más coriáceo para la corteza de la hogaza. Girando a uno y otro lado, golpea la materia con el batidor de sus brazos aplastados; la dispone por capas, comprimidas después mediante un pisoteo semejante al del viñador que pisa las uvas. La masa se conservará mejor si está firme y compacta. En diez días poco más o menos de trabajos combinados, el matrimonio obtiene, al fin, el largo pan cilíndrico. El padre ha suministrado la molienda; la madre ha amasado.

Con ayuda de diversos artificios, cuya exposición nos llevaría lejos, he podido asistir a la apertura de tan profunda madriguera. La madre está en lo profundo del pozo, ella sola trabaja el frente de ataque, ella sola cava. El macho está detrás de su compañera; reúne los escombros conforme se van produciendo, hace una carga, la sostiene con su horca de tres dientes y la saca fuera, subiendo penosamente por el tubo.

Ha llegado el momento de resumir los méritos del Minotaurus. Cuándo acaban los grandes fríos se pone en busca de una compañera, se entierra con ella, y en lo sucesivo le permanece fiel, a pesar de sus frecuentes salidas y de los encuentros que de ellas pueden resultar. Con celo infatigable, ayuda a la cavadora, destinada a no salir más de