Página:Jean-Henri Fabre - La vida de los insectos.djvu/175

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
159
DE LOS INSECTOS

a la base de las patas que animan. La que hay que herir es la otra. —Así diría la Academia, en donde los Claudio Bernard iluminarían la cuestión con las luces de su profunda ciencia.— Y allí, precisamente allí, entre el primero y segundo par de patas, en la línea media de la cara inferior, es donde el himenóptero hunde su estilete. ¡Qué docta inteligencia le inspira!

Elegir el punto más vulnerable de todos para hincar el aguijón, punto que solamente podría determinar de antemano un fisiólogo versado en la estructura anatómica de los insectos, no es todavía lo bastante, pues el himenóptero ha de vencer una dificultad mucho mayor, y la vence con una superioridad que nos llena de estupor. Hemos dicho que los centros nerviosos que animan los órganos locomotores del insecto perfecto son tres, los cuales están más o menos distantes entre sí y raras veces próximos. Además, poseen cierta independencia de acción, de tal suerte que la lesión de uno de ellos no acarrea, por lo menos inmediatamente, más que la parálisis de los miembros que le corresponden, sin perturbar los otros ganglios ni los miembros que estos últimos gobiernan. Alcanzar uno después de otro estos tres focos motores, cada vez más retirados hacia atrás, y esto por una sola vía, entre el primero y el segundo par de patas, no parece operación practicable para el aguijón, demasiado corto y difícil de dirigir en semejantes condiciones. Es verdad que ciertos coleópteros tienen los tres ganglios torácicos muy próximos, contiguos casi, y hay otros en que los dos últimos están enteramente reunidos, soldados, fundidos. También se ha reconocido que a medida que los diversos centros nerviosos tienden a confundirse y a centralizarse