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LA VIDA

miembros, aunque vulnerables, en manera alguna cumplen las condiciones requeridas, pues que por su vía podría obtenerse a lo sumo una parálisis local, mas no una parálisis general que abrazara en su conjunto el organismo motor. Sin lucha prolongada, que podría ser fatal; sin operaciones repetidas, que demasiado numerosas podrían comprometer la vida del paciente, el himenóptero tiene que abolir de una sola vez, si es posible, toda movilidad. Le es, pues, indispensable conducir su aguijón contra centros nerviosos, foco de las facultades motoras, de donde irradian los nervios que se distribuyen por los diversos órganos del movimiento. Ahora bien; estos focos de la locomoción, estos centros nerviosos, consisten en cierto número de núcleos o ganglios, más numerosos en la larva, menos numerosos en el insecto perfecto y dispuestos en la línea media de la cara inferior en un rosario de cuentas más o menos distantes y unidas entre sí por una doble cinta de substancia nerviosa. En todos los insectos en estado perfecto, los ganglios llamados torácicos, es decir, los que proveen de nervios a las alas y a las patas y presiden sus movimientos, son tres. Estos son, pues, los puntos que se trata de atacar. Destruída su acción de una o de otra manera, quedará destruída a un tiempo la posibilidad de moverse.

Dos vías se presentan para llegar a estos centros motores con el aguijón, débil herramienta del himenóptero. Una es la articulación del cuello con el protórax; otra, la articulación del protórax con el resto del cuerpo entre el primero y el segundo par de patas. La vía por la articulación del cuello no es muy conveniente; está demasiado alejado de los ganglios, y éstos muy próximos