empleo es el amoníaco; pero es evidente que otro cualquiera que tenga una acción tan enérgica produciría los mismos resultados. Cargada la pluma metálica de amoníaco, como lo estaría de una gotita de tinta, ejecuto la picadura. Los efectos obtenidos de esta manera difieren enormemente, según se experimente en especies cuyos ganglios torácicos están próximos, o en especies en que estos mismos ganglios están distantes. De la primera categoría hice los experimentos en escarabeideos, el Scarabæus sacer y el Scarabæus laticollis; en Buprestis, el Buprestis bronceado; en fin, en gorgojos, particularmente en el Cleonus, que es el que caza el héroe de estas observaciones. De la segunda categoría experimenté en carábidos: Carabus, Procrustes, Chlænius, Sphodrus, Nebria; en los longicornios, Saperdas y Lamias; en los melasomos: Blaps, Scaurus y Asida.
En los escarabeideos, Buprestis y gorgojos, el efecto es instantáneo; todo movimiento cesa súbitamente, sin convulsiones, en cuanto la gotita fatal ha tocado los centros nerviosos. La picadura del Cerceris no produce un anonadamiento tan repentino. Nada más sorprendente que esta súbita inmovilidad provocada en un vigoroso escarabajo sagrado. Pero no se detiene aquí la semejanza de los efectos producidos por el dardo del himenóptero y por la punta metálica envenenada con amoníaco. Los escarabajos, Buprestis y gorgojos pinchados artificialmente, a pesar de su inmovilidad completa, conservan durante tres semanas, un mes y aun dos, la perfecta flexibilidad de todas las articulaciones y la frescura normal de las vísceras. La defecación se opera en ellos durante los primeros días como en el estado habitual, y los movimientos pueden ser provocados