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LA VIDA

rígidos, casi automáticos. No renueva fácilmente su golpe de estilete; casi todos los que experimenté rechazaron una segunda víctima al día siguiente o a los dos días de sus hazañas. Como soñolientos, no se agitaban sino cuando yo los inquietaba con una pajita. La Scolia de dos bandas, más ágil y más apasionada por la caza, tampoco desenvaina siempre que a ello se le invita. Para todos estos cazadores hay momentos de inacción que no consigue perturbar la presencia de una nueva víctima.

Las Scolias no me han enseñado más por falta de individuos pertenecientes a otras especies. Pero no importa; los resultados adquiridos son gran triunfo para mis ideas. Antes de haber visto operar a las Scolias, guiado solamente por la anatomía de las víctimas, dije que las larvas de Cetonia, Anoxia y Oryctes debían de ser paralizadas de un solo aguijonazo, y aun precisé el punto en que el dardo debía de atacar, punto central, en inmediata proximidad de las patas anteriores. De los tres géneros de sacrificadores, dos me han hecho asistir a su cirugía, y estoy seguro de que el tercero no la desmentirá. Los dos dan un solo lancetazo, los dos inoculan el veneno en el punto determinado de antemano. Un calculador de observatorio no predice mejor la posición de su planeta. Una idea queda probada cuando llega a esta previsión matemática de lo porvenir, a este seguro conocimiento de lo desconocido. ¿Cuándo obtendrán semejante éxito los preconizadores del azar? El orden requiere orden, y el azar no tiene regla.