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LA VIDA

Así, pues, recoge las piernas bajo el vientre, se aplasta, se incrusta, por decirlo así, en la bola y forma cuerpo con ella. En adelante, la píldora y el escarabajo encaramado en la superficie de ella ruedan en bloque bajo el impulso del legítimo propietario. Poco le importa que la carga le pase por el cuerpo, ni ocupar la parte baja, ni la superior, ni la lateral de la bola que rueda; el ayudante resiste y está quieto. ¡Singular auxiliar, que se hace transportar en carroza para tener parte en los víveres! Pero que se presente una rampa ardua; entonces su cometido es importante. En aquella penosa pendiente se pone como jefe de fila, retiene con sus brazos dentados la pesada masa, mientras su compañero toma apoyo para izar la carga un poco más arriba. De esta manera, combinando bien sus esfuerzos, el de arriba reteniendo y el de abajo empujando, les he visto subir taludes en que la obstinación de uno solo se hubiera agotado inútilmente. Pero no todos tienen el mismo celo en momentos tan difíciles; hay algunos que, en las pendientes en que su concurso sería más necesario, no dan pruebas de enterarse de las dificultades que hay que vencer. Mientras el desdichado Sísifo se consume en tentativas para franquear el mal paso, el otro, incrustado en la bola, se deja llevar tranquilamente, rodando con ella en la caída y con ella izado de nuevo.

Supongamos que el escarabajo ha tenido la suerte de encontrar un asociado fiel, o, lo que es mejor, supongamos que no ha encontrado en el camino un compañero que se haya invitado a sí mismo. La madriguera está dispuesta. Es una cavidad abierta en terreno blando, generalmente en la arena, poco profunda, del volumen de un puño,