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DE LOS INSECTOS

das de pardo. El abdomen es blanco opaco; los élitros, de color blanco translúcido, muy débilmente teñidos de amarillo. Este majestuoso ropaje, en el que están asociados el rojo del manto cardenalicio y la blancura del alba sacerdotal, vestido en armonía con el insecto hierático, es temporal y se va obscureciendo por grados para dar origen al uniforme negro de ébano. Un mes próximamente necesita la armadura de cuerno para adquirir consistencia firme y coloración definitiva.

Por fin ya está maduro el insecto. Se despierta en él la deliciosa inquietud de una próxima libertad. Le urgen las alegrías de la luz al que hasta aquel momento ha sido hijo de las tinieblas. Grande es su deseo de romper la cáscara para emerger del suelo y salir al sol; pero la dificultad de libertarse no es pequeña. ¿Saldrá de la cuna natal, ya convertida en odiosa prisión? ¿No saldrá? Según.

En agosto es generalmente cuando el escarabajo está maduro para libertarse: mes tórrido, seco y calcinado, salvo raras excepciones. Si entonces no sobreviene algún aguacero que alivie un poco la tierra jadeante, la celda que ha de romper y la muralla que ha de perforar desafían la paciencia y las fuerzas del insecto, impotente ante semejante dureza. Una desecación prolongada ha convertido en baluarte infranqueable la blanda materia del principio; se ha transformado en una especie de ladrillo cocido al horno de la canícula.

Ya se comprenderá que no he dejado de observar al insecto en tan difíciles circunstancias. Recojo cortezas de peras que contienen al insecto adulto a punto de salir, en vista de la época ya