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¡Muy alto, muy grande y muy poderoso César! Metelo Cimber depone ante tus plantas un humilde corazón...

(Arrodillándose.)


93 ¡Debo advertirte, Cimber, que estas genuflexiones y rastreras cortesías pueden conmover a un hombre vulgar y transformar las sentencias y decretos primordiales en juego de niños! No te ilusiones pensando que César lleva una sangre tan rebelde que pueda cambiar su verdadera calidad con lo que hace palpitar al necio; es decir, con dulces palabras, con humillantes y encorvadas reverencias y bajas adulaciones serviles. ¡Tu hermano está desterrado por un decreto! ¡Si te postras y ruegas y adulas por él, te aparto de mi camino como a un perro! ¡Sabe que César no es injusto, ni sin causa se dará por satisfecho!

¿No hay ninguna voz más digna que la mía, que suene más grata a los oídos del gran César, para pedirle el retorno de mi expatriado hermano?

Te beso la mano, César, pero sin adulación, su