Página:Julio Cortázar y el relato fantástico.djvu/85

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una hojita agregada que no tiene ■nalmente ningún efecto sobre el comporta- miento del destinatario. Cuando ‘Cortázar’ imagina a William celoso y argumen- ta “no me tenía que olvidar que me había tenido con■anza y hasta admiración” (DPC: 174), el lector percibe claramente la ironía introducida por el autor textual en dicha a■rmación. Tales operaciones de rebajamiento de la imagen de autor pueden ser leídas como alegato contra la acusación de reaccionario que Cortázar recibió por varios cuentos de Bestiario, y en particular por LPC: “Escritores que aprecio han sabido ironizar amablemente sobre el lenguaje de Anabel”. Más que por una actitud reaccionaria, el escritor se entrega a “esas facilidades de la cultura [que] me parecen un poco cana/las” por una limitación, ya que “hasta por ahí me pasará hacerlo [ironizar] si al ■nal escribo el cuento” (DPC: 171). Eliminado el lugar de testigo, sólo queda contrarrestar el efecto canalla analizando el habla de la clase media ilustrada. Es así que Cortázar re■exiona sobre la actitud de los intelectuales con respecto al peronismo a través de un comentario sobre la conversación diversa de dos mujeres: Nunca le oí la palabra “democracia” a Anabel, que sin embargo la escuchaba o leia veinte veces por dia, y en cambio Susana la usaba con cualquier motivo y siempre con Ia misma cómoda conciencia de propietaria. (DPC: 171-172). En esta escena, Cortázar escribe el revés de su propio relato sobre el peronismo: “Esos tiempos: el peronismo ensordeciéndome a puro altoparlante en el centro” (DPC: 154), pero no lo hace para desmentirse. La saturación en doble sentido -de un discurso y de otro- produce mutua sordera. Nuevamente, lo que queda en el terreno de lo fantástico es la pretensión de una comunicación posible entre esos dos espacios social- mente heterogéneos. En este contexto se produce el episodio del veneno, modelizado en cada uno de esos espacios según diferentes sistemas culturales que se dejan leer también como géneros literarios. Para William y Anabel se trata de una solución típicamente melodramática para un problema del mismo carácter: Marucha es víctima de una mala mujer que le quita el trabajo y la única solución es matar a la Dolly. El plan surge durante una conversación y la institución legal se hace presente sólo como una amenaza, a través del dibujo tachado de un policia hecho sobre un papel que también se destruye. En lugar de la ley escrita, 88 ro autor de las cartas, aparece disminuido cuando se pone a prueba mediante