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LA APOLOGÍA

ñándole las nobilísimas ideas de lo bello, de lo verdadero y de lo bueno: doctrinas que llevaron sus discípulos a la vida pública, en la que brillaron algunos como insignes políticos y estadistas y como enfrenadores de una fracción demagógica, ambiciosa y turbulenta. Sócrates se mostró tan inflexible contra estos ignorantes aduladores de la muchedumbre como antes se había manifestado rígido y severo contra la prepotencia de los tiranos. Pero le cupo, como observa oportunamente uno de sus biografos, la suerte que en todos los tiempos sufren las almas superiores que no pueden ponerse de parte de las injusticias. Disfrazaron sus enemigos con un pretexto sagrado el medio que buscaron para perderle, vengándose de tan execrable é indigno modo de sus ataques políticos.-- Acusáronle ante los heliastas de «corruptor de la juventud» y «maestro de nuevos dioses, » citando el dicho frecuente del filósofo que «escuchaba una voz interior, un numen, un genio (demonio), que le enseñaba el modo de obrar.-Tal fué el pretexto de que se valieron un trágico sin talento, un ricacho malvado ó fanático y un imprudente anarquista, Mélito, Anito y Licon, cuyos nombres serán cubiertos perpétuamente de infamia,