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LA APOLOGÍA

dientes sin las cuales es imposible la elevación oratoria, aunque no tenía másimaginación que aquella que requieren los géneros templados, con todo, en las breves arengas de La Apología se eleva alguna vez hasta la elocuencia, con solo dejar hablar á un sentimiento de profunda indignación. No encontraremos en la Apología de Jenofonte un resúmen como el que leemos en la de Platón: Ya es tiempo de partir, yo para la muerte, vosotros para la vida. ¡Dios sabe á cual está reservado mejor destino!; pero en cambio el silencio final de Sócrates en la Apologia de Jenofonte, es imponente y magnífico: Después de haber hablado así, partió sin que nada en él desmintiese su lenguaje: en sus ojos, en su actitud, en su marcha, conservando una serenidad espléndida. Esta majestad, esta inalterable sangre fria, este talante de un hombre sobre el que acaba de recaer una sentencia de muerte, ¿no es la condenación más elocuente y sublime de los mismos que le han condenado? Con razón se ha comparado esta actitud á la de Régulo cuando torna para el destierro.



En cuanto a las bellezas de estilo del opús-