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DE SÓCRATES

yo, sin costo ninguno, los encuentro infinitamente más dulces en el fondo de mi alma.

Pues si todo cuanto he alegado en mi defensa es cierto, y nadie puede convencerme de que falto á la verdad, ¿cómo, haciéndome justicia, no he de ser ensalzado por los dioses y por los hombres? Tal es mi conducta. Y sin embargo, Mélito, tú me acusas de pervertir a la juventud[1].

Pero todos sabemos en qué consisten tales corrupciones: dime si conoces á uno solo de esos jóvenes que con mis lecciones se haya pervertido; que siendo religioso se haya hecho un impío, que de moderado se haya tornado violento, de reservado en pródigo, de sobrio en


  1. Tal acusación era fácilmente escuchada en aquellos días en que las desgracias de Atenas se culpaban a los novadores en costumbres y leyes.. Estas se restablecieron por un partido enemigo de Alcibiades y Critias, discípulos de Sócrates, á quien el vulgo confundía fácilmente con los sofistas (Sanz del Río: ibid).- Opinamos como Söcher y Freret que la acusación de Sócrates, aunque aparentemente engendrada por celos religiosos, fué una verdadera venganza política, al contrario de lo que hizo con Jesús la hipocresia farisáica, que le acusó ante Pilatos de un crimen de Estado (Rey de los judíos.) Durante el gobierno oligárquico había sido Sócrates senador, porque creía que los