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LA APOLOGÍA

ble.[1] Quisieron luego sus amigos proporcionarle una huida; [2] mas la rehusó tambien, y aun les preguntó, con cierto humor, si ellos tenían noticias de que hubiese fuera del Atica algún lugar inaccesible à la muerte.

En fin, luego que la sentencia fué pronunciada, cuentan que se expresó así: ¡Ciudadanos! los sobornadores que han inducido al perjurio á los testigos que han depuesto en contra mía, y los que se han prestado al soborno, deben imprescindiblemente reconocerse culpables de una gran impiedad, de una tremenda injusticia. ¿Y sería decoroso que yo mostrara ménos ánimo ahora que antes de haber sido condenado, yo que no estoy convicto de haber ejecutado nada de cuanto se me ha acusado? Se me ha visto á mi, desertor del culto de Júpiter y de Juno, y de los


  1. Cicerón. (De Orat., I, 56.)
  2. Este es el asunto del Criton, de Platón. En efecto; su discípulo y amigo Critón le ofreció medios de huir. Treinta días estuvo en la prisión (durante las fiestas de la Teoría en que no debía ser ejecutado ningún reo); los pasó con sus amigos conversando sobre la inmortalidad del alma. La última de aquellas conversaciones ha sido religiosamente conservada por el divino Platón, en uno de sus mas preciosos diálogos, el Phedon.