Página:La Atlantida (1886).djvu/335

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Encuéntranse en alta mar una nave genovesa y otra veneciana y libran batalla. Sobreviene recio temporal, y un rayo vuela el polvorín de la una, que, rajándose, arrastra consigo á la otra á los abismos. Soldados y marineros sumérgense en las aguas; tan sólo, á duras penas, se salva un joven genovés, el cual, abrazado a un trozo de mástil, consigue arribar á tierra. Un sabio anciano que, retirado del mundo, vivia orillas de la mar, sale en recibimiento del náufrago, le guía á un rústico altar de la Virgen, y seguidamente á su choza de rocas y ramas, en donde le conforta. Días después, viendo que, el marinero, meditabundo, las contempla, cuéntale la antigua historia de aquellas aguas para divertirle del pasado naufragio.
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El incendio de los Pirineos.—Exposición. El Teyde. España naciente. La voz del abismo. Invocación al Dios de las venganzas. Declárase un voraz incendio entre Rosas y Canigó, del que son pábulo bosques y rebaños. La maza de Roldán. El incendio domina el Pirineo del uno al otro cabo. Hércules, después de batir á los gigantes de la Crau, se acerca, y saca de entre las llamas á Pirene. Cuéntale ésta que, último vástago de la extirpe de Túbal y reina de España, acaba de ser destronada por Gerión, el cual, para mejor cortarle la retirada, viéndola huir al monte, ha pegado fuego á la maleza. Muere Pirene, y Alcides le erige un mausoleo de rocas en la extremidad de la cordillera, alargándola hasta el mar. Regueros de oro y plata que de los ruslentes riscos descendieron á las llanadas. Conflent y Portvendres. Baja el héroe hacia Montjuich, en donde se hace á la mar, prometiendo fundar una gran ciudad al abrigo de aquellas sierras.
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