Página:La Campaña de Marruecos - Memorias de un médico militar (1860).pdf/47

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
45
DE MARRUECOS.

ducto, y nos ensordecia tambien á veces la salvaje algarabia con que los moros se animaban al combate. Aquella gritería horrible era capaz de imponer pavor en el ánimo más esforzado, y contrastaba con la magestuosa serenidad con que nuestros batallones aclamaban á la Reina en compacto ¡viva! al acometer á la bay oneta por los bosques donde se ocultaban sus enemigos. Aquel dia se habian reunido, para intentar un grande esfuerzo, otras tribus además de la de Ányara, y se batian con el valor feroz que inspira á los musulmanes la promesa de que el paraiso está á la sombra de las espadas.

Despues de curar á todos los heridos que habia en el reducto, y cuando ya nuestras tropas habian empezado á hacer perder terreno al enemigo, salimos al campo á recojer y curar otros nuevos, hasta debajo de la casa del Renegado, donde los habia tenido en no pequeño número el regimiento de Borbon; y por fin, á la caida de la tarde pude recrear- me viendo marchar derrotados á los que tan ufanos venian por la mañana á reconquistar su venerada mezquita, profanada por la planta de los cristianos.

En una de las salidas que tuve que hacer del reducto, encontré en una estrecha vereda dos caballos muertos : estaban el uno tras el otro y ambos heridos en el testuz, de manera que su muerte debió ser súbita; pero ¡cuál seria mi angustia al reconocer que uno de aquellos caballos era el que montaba nuestro General! Felizmente supe pronto que se habia salvado providencialmente, aunque á la descarga que seis moros emboscados habian hecho sobre él, una bala le llevó la estremidad del dedo índice de la mano derecha.

El batallon de Cazadores de Madrid, habia sido aquel día el blanco predilecto de los ataques de la morisma; lle-