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Página:La Condenada (cuentos).djvu/220

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V. BLASCO IBÁÑEZ

Marieta se hizo atrás, con la expresión aterrada del que despierta en pleno peligro. Su imaginación, ofuscada por el miedo, había concebido antes de llegar allí las mayores brutalidades; palizas horrorosas, el cuerpo magullado, la cabellera arrancada, pero... ¡rezar y taparse la cara! ¡Morir! ¡Y tal enormidad dicha tan fríamente!...

Con palabra atropellada, temblando y suplicante, intentó enternecer á Teulaí. Todo eran mentiras de la gente. Había querido con el alma á su pobre hermano, le quería aún; si había muerto fué por no creerla á ella, á ella que no había tenido valor para ser esquiva y fría con un hombre tan enamorado.

Pero el valentón la escuchaba acentuando cada vez más su sonrisa, que era ya una mueca.

¡Calla, filla de la Bruixa!

Ella y su madre habían muerto al pobre Pepet. Todo el mundo lo sabía; le habían consumido con malas bebidas... Y si él la escuchaba ahora sería capaz de embrujarlo también. Pero no; él no caería como el tonto de su hermano.