Marieta se hizo atrás, con la expresión aterrada del que despierta en pleno peligro. Su imaginación, ofuscada por el miedo, había concebido antes de llegar allí las mayores brutalidades; palizas horrorosas, el cuerpo magullado, la cabellera arrancada, pero... ¡rezar y taparse la cara! ¡Morir! ¡Y tal enormidad dicha tan fríamente!...
Con palabra atropellada, temblando y suplicante, intentó enternecer á Teulaí. Todo eran mentiras de la gente. Había querido con el alma á su pobre hermano, le quería aún; si había muerto fué por no creerla á ella, á ella que no había tenido valor para ser esquiva y fría con un hombre tan enamorado.
Pero el valentón la escuchaba acentuando cada vez más su sonrisa, que era ya una mueca.
—¡Calla, filla de la Bruixa!
Ella y su madre habían muerto al pobre Pepet. Todo el mundo lo sabía; le habían consumido con malas bebidas... Y si él la escuchaba ahora sería capaz de embrujarlo también. Pero no; él no caería como el tonto de su hermano.