ondas; pero antes de que hubieran saltado en la orilla opuesta, se reunió otra nueva muchedumbre en la que aquellas habian dejado.
— Hijo mio, me dijo el cortés Maestro, los que mueren en la cólera de Dios acuden aquí de todos los países, y se apresuran á atravesar el rio, espoleados de tal suerte por la justicia Divina, que su temor se convierte en deseo. Por aquí no pasa nunca un alma pura; por lo cual, si Caron se irrita contra tí, ya conoces ahora el motivo de sus desdeñosas palabras.
Apenas hubo terminado, tembló tan fuertemente la sombría campiña, que el recuerdo del espanto que sentí aun me munda la frente de sudor. De aquella tierra de lágrimas salió un viento que produjo rojizos relámpagos, haciéndome perder el sentido y caer como un hombre sorprendido por el sueño.
CANTO III.
Interrumpió mi profundo sueño un trueno tan fuerte, que me estremecí como hombre á quien se despierta á la fuerza: me levanté, y dirigiendo una mirada en derredor mio, fijé la vista para reconocer el lugar donde me hallaba. Ví-