Al recobrar los sentidos, que perdí por la tristeza y la compasion que me causó la suerte de los dos cuñados, ví en derredor mio nuevos tormentos y nuevas almas atormentadas do quier iba, y do quier me volvia ó miraba. Me encuentro en el tercer círculo; en el de la lluvia eterna, maldita, fria y densa, que cae siempre igualmente copiosa y con la misma fuerza. Espesos granizos, agua negruzca y nieve descienden en turbion á través de las tinieblas; la tierra, al recibirlos, exhala un olor pestífero. Cerbero, fiera cruel y monstruosa, ladra con sus tres fauces de perro contra los condenados que están allí sumergidos (1). Tiene los ojos rojos, los pelos negros y cerdosos, el vientre ancho y las patas guarnecidas de uñas que clava en los espíritus, les desgarra la piel y les descuartiza. La lluvia les hace ahullar como perros; los miserables condenados forman entre sí una muralla con sus costados y se revuelven sin cesar.
Cuando nos descubrió Cerbero, el gran gusano (2) abrió
(1) Hic ferus umbras territat stygius canis, etc. (Séneca.)
(2) «Cerbero il gran vermo.» Llama gusano al Cerbero quizá por la semejanza que existe entre un gusano y una serpiente. Sabido es que los poetas representaban á aquel monstruo con sus tres cabezas erizadas de serpientes.