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LIBRO SEGUNDO

es posible ablandarte con algunas plegarias, te pedimos solamente que vuelvas tus miradas hacia nosotros; y si por nuestra piedad lo merecemos, ven ahora, oh padre, á nuestro socorro y confirma estos presagios".

Apenas el anciano habia dicho estas palabras, cuando á la izquierda el cielo truena con repentino fragor[1].

Una estrella cae del cielo y corre por las tinieblas arrastrando su cola inflamada. La vimos deslizarse por las altas bóvedas del palacio, y siempre brillante irse á esconder en los bosques del Ida, dejando trazado su camino.

Un surco de luz resplandecia por larga distancia, esparciendo hasta lejos y por todos lados un humo sulfuroso.

Vencido entonces mi padre, sale afuera, adora la santa estrella é invoca los Dioses. "Ya, ya no resisto, me dice, te sigo, é iré donde me lleves. ¡Dioses patrios, velad sobre mi familia, velad sobre mi nieto! Este presagio es vuestro. Troya aún está bajo vuestra proteccion. Cedo con gusto, hijo mio, y no rehuso acompañarte", Habia acabado apenas y ya se oia el estrépito del fuego en nuestra casa, y los torbellinos de llamas nos envolvian en el incendio. -"Apresúrate, le digo, querido padre á ponerte sobre mi cuello. Yo te cargaré sobre mis espaldas: este peso me será liviano. Cualquiera cosa que sobrevenga uno y comun serà el peligro, ó juntos tambien nos salvaremos. El tierno lulo irá conmigo, y mi esposa Creusa seguirá de lėjos mis pasos[2]. Vosotros esclavos, tened presente lo que voy á deciros. Salien-