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Página:La Fanfarlo.djvu/28

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L AF A N F A R L O

le habían hablado en su favor; pero días más tarde ella le dijo, con un candor y una sinceridad desesperantes:

–Señor, no soy más que una mujer, y, por consiguiente, mi apreciación no es gran cosa; pero me parece que los amores y las tristezas de los señores protagonistas de su libro no se asemejan casi en nada a las tristezas y a los amores de los otros hombres. Usted prodiga galanterías, sin duda muy elegantes y de un gusto exquisito, a damas que yo estimo y conozco lo suficiente como para saber que se espantarían de ello. Usted le canta a la belleza de las madres con un estilo que le privaría del favor de sus hijas. Comunica al mundo cómo le enloquecen el pie y la mano de tal señora, la cual, supongamos por su honor, gastaría menos tiempo leyendo su libro que tejiendo medias o mitones para los pies o manos de sus hijos. Por un contraste muy singular, y cuya misteriosa causa me es aún desconocida, guarda usted sus más místicos inciensos