sin pensar en que le hacía falta acomodarse su enagua. Aquella pierna era ya, para Samuel, objeto de un eterno deseo. Larga, fina, fuerte, generosa y fibrosa a la vez, poseía toda la corrección de lo bello y toda la atracción libertina de lo lindo. Cortada perpendicularmente en la parte más grande, la pierna habría dado una especie de triángulo en el que el vértice estaría situado en la tibia, y en el que la línea redondeada de la pantorrilla formaría la base convexa. La verdadera pierna de un hombre es demasiado dura y las piernas de las mujeres coloreadas por Devéria son en cambio demasiado blandas como para dar una idea.
Con esa agradable actitud, su cabeza, inclinada hacia su pie, exponía un cuello de procónsul, ancho y robusto, dejando adivinar el surco de los omóplatos, revestidos por una abundante carne morena. Los cabellos, pesados y apretados, caían hacia delante por ambos lados, rozándole la sien y ocultando sus ojos, de modo que a cada instante tenía que moverlos y echarlos hacia atrás. Una traviesa y encantadora impaciencia,