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CANTO OCTAVO

el ave había sido enviada por Júpiter, arremetieron contra los teucros y sólo en combatir pensaron.

253 Entonces ninguno de los dánaos, aunque eran muchos, pudo gloriarse de haber revuelto sus veloces caballos para pasar el foso y resistir el ataque, antes que el Tidida. Fué éste el primero que mató á un guerrero teucro, á Agelao Fradmónida, que, subido en el carro, emprendía la fuga: hundióle la pica en la espalda, entre los hombros, y la punta salió por el pecho; Agelao cayó del carro y sus armas resonaron.

261 Siguieron á Diomedes, los Atridas Agamenón y Menelao; los Ayaces, revestidos de impetuoso valor; Idomeneo y su servidor Meriones, igual al homicida Marte; Eurípilo, hijo ilustre de Evemón; y en noveno lugar, Teucro, que, con el flexible arco en la mano, se escondía detrás del escudo de Ayax Telamonio. Éste levantaba la rodela; y Teucro, volviendo el rostro á todos lados, flechaba á un troyano que caía mortalmente herido, y al momento tornaba á refugiarse en Ayax (como un niño en su madre), quien le cubría otra vez con el refulgente escudo.

273 ¿Cuál fué el primero, cuál el último de los que entonces mató el eximio Teucro? Orsíloco el primero, Órmeno, Ofelestes, Détor, Cromio, Licofontes igual á un dios, Amopaón Poliemónida y Melanipo. Á tantos derribó sucesivamente al almo suelo. El rey de hombres Agamenón se holgó de ver que Teucro destruía las falanges troyanas, disparando el fuerte arco; y poniéndose á su lado, le dijo:

281 «¡Caro Teucro Telamonio, príncipe de hombres! Sigue tirando flechas, por si acaso llegas á ser la aurora de salvación de los dánaos y honras á tu padre Telamón, que te crió cuando eras niño y te educó en su casa, á pesar de tu condición de bastardo; ya que está lejos de aquí, cúbrele de gloria. Lo que voy á decir, se cumplirá: Si Júpiter, que lleva la égida, y Minerva me permiten destruir la bien edificada ciudad de Ilión, te pondré en la mano, como premio de honor únicamente inferior al mío, ó un trípode, ó dos corceles con su correspondiente carro, ó una mujer que comparta contigo el lecho.»

292 Respondióle el eximio Teucro: «¡Gloriosísimo Atrida! ¿Por qué me instigas cuando ya, solícito, hago lo que puedo? Desde que los rechazamos hacia Ilión mato hombres, valiéndome del arco. Ocho flechas de larga punta tiré, y todas se clavaron en el cuerpo de jóvenes llenos de marcial furor; pero no consigo herir á ese perro rabioso.»