con los caballos que les han quitado
1 Los príncipes aqueos durmieron toda la noche, vencidos por plácido sueño; mas no probó sus dulzuras el Atrida Agamenón, pastor de hombres, porque en su mente revolvía muchas cosas. Como el esposo de Juno, la de hermosa cabellera, relampaguea cuando prepara una lluvia torrencial, el granizo ó una nevada que cubra los campos, ó quiere abrir en alguna parte la boca inmensa de la amarga guerra; así, tan frecuentemente, se escapaban del pecho de Agamenón los suspiros, que salían de lo más hondo de su corazón, y le temblaban las entrañas. Cuando fijaba la vista en el campo teucro, pasmábanle las numerosas hogueras que ardían delante de Ilión, los sones de las flautas y zampoñas y el bullicio de la gente; mas cuando á las naves y al ejército aqueo la volvía, arrancábase furioso los cabellos, alzando los ojos á Júpiter, que mora en lo alto, y su generoso corazón lanzaba grandes gemidos. Al fin, creyendo que la mejor resolución sería acudir á Néstor Nelida, el más ilustre de los hombres, por si entrambos hallaban un medio