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LA ILÍADA

que librara de la desgracia á todos los dánaos, levantóse, vistió la túnica, calzó los blancos pies con hermosas sandalias, echóse una rojiza piel de corpulento y fogoso león, que le llegaba hasta los pies, y asió la lanza.

25 También Menelao estaba poseído de terror y no conseguía que se posara el sueño en sus párpados, temiendo que les ocurriese algún percance á los aqueos que por él habían llegado á Troya, atravesando el vasto mar, y promovido tan audaz guerra. Cubrió sus anchas espaldas con la manchada piel de un leopardo; púsose luego el casco de bronce, y tomando en la robusta mano una lanza, fué á despertar á Agamenón, que imperaba poderosamente sobre los argivos todos y era venerado por el pueblo como un dios. Hallóle junto á la popa de su nave, vistiendo la magnífica armadura. Grata le fué á éste su venida. Y Menelao, valiente en el combate, habló el primero diciendo:

37 «¿Por qué, hermano querido, tomas las armas? ¿Acaso deseas persuadir á algún compañero para que vaya como explorador al campo teucro? Mucho temo que nadie se ofrezca á prestarte este servicio de ir solo durante la divina noche á espiar al enemigo, porque para ello se requiere un corazón muy osado.»

42 Respondióle el rey Agamenón: «Ambos, oh Menelao, alumno de Júpiter, tenemos necesidad de un prudente consejo para defender y salvar á los argivos y las naves, pues la mente de Jove ha cambiado, y en la actualidad le son más aceptos los sacrificios de Héctor. Jamás he visto ni oído decir que un hombre realizara en solo un día tantas proezas como ha hecho Héctor, caro á Júpiter, contra los aqueos, sin ser hijo de un dios ni de una diosa. De sus hazañas se acordarán los argivos mucho y largo tiempo. ¡Tanto daño ha causado á los aqueos! Ahora, anda, encamínate corriendo á las naves y llama á Ayax y á Idomeneo; mientras voy en busca del divino Néstor y le pido que se levante, vaya con nosotros al sagrado escuadrón de los guardias y les dé órdenes. Obedeceránle más que á nadie, puesto que los manda su hijo junto con Meriones, servidor de Idomeneo. Á entrambos les hemos confiado de un modo especial esta tarea.

60 Dijo entonces Menelao, valiente en el combate: «¿Cómo me encargas y ordenas que lo haga? ¿Me quedaré con ellos y te aguardaré allí, ó he de volver corriendo cuando les haya participado tu mandato?»

64 Contestó el rey de hombres Agamenón: «Quédate allí; no sea