que huyendo de esta batalla, nos libráramos de la vejez y de la muerte, pues ni yo me batiría en primera fila, ni te llevaría á la lid, donde los varones adquieren gloria; pero como son muchas las muertes que penden sobre los mortales, sin que éstos puedan huir de ellas ni evitarlas, vayamos y daremos gloria á alguien, ó alguien nos la dará á nosotros.»
329 Así dijo; y Glauco ni retrocedió ni fué desobediente. Ambos fueron adelante en línea recta, siguiéndoles la numerosa tropa de los licios.
331 Estremecióse al advertirlo Menesteo, hijo de Peteo, pues se encaminaban hacia su torre, llevando consigo la ruina. Ojeó la cohorte de los aqueos, por si divisaba á algún jefe que librara del peligro á los compañeros, y distinguió á entrambos Ayaces, incansables en el combate, y á Teucro, recién salido de la tienda, que se hallaban cerca. Pero no podía hacerse oir por más que gritara, porque era tanto el estrépito que el ruido de los escudos al parar los golpes, el de los cascos guarnecidos con crines de caballo, y el de las puertas, llegaba al cielo; todas las puertas se hallaban cerradas, y los teucros, detenidos por las mismas, intentaban penetrar rompiéndolas á viva fuerza. Y Menesteo decidió enviar á Tootes, el heraldo, para que llamase á Ayax:
343 «Ve, divino Tootes, y llama corriendo á Ayax ó mejor á los dos; esto sería preferible, pues pronto habrá aquí gran estrago. ¡Tal carga dan los caudillos licios, que siempre han sido sumamente impetuosos en las encarnizadas peleas! Y si también allí se ha promovido recio combate, venga por lo menos el esforzado Ayax Telamonio y sígale Teucro, excelente arquero.»
351 Tal dijo; y el heraldo oyóle y no desobedeció. Fuése corriendo á lo largo del muro de los aqueos, de broncíneas lorigas; se detuvo cerca de los Ayaces, y les habló en estos términos:
354 «¡Ayaces, jefes de los argivos, de broncíneas lorigas! El caro hijo de Peteo, alumno de Júpiter, os ruega que vayáis á tomar parte en la refriega, aunque sea por breve tiempo. Que fuerais los dos, sería preferible; pues pronto habrá allí gran estrago. ¡Tal carga dan los caudillos licios, que siempre han sido sumamente impetuosos en las encarnizadas peleas! Y si también aquí se ha promovido recio combate, vaya por lo menos el esforzado Ayax Telamonio y sígale Teucro, excelente arquero.»
364 Así habló; y el gran Ayax Telamonio no fué desobediente. En el acto dijo al de Oileo estas aladas palabras: