1 Cuando Jove hubo acercado á Héctor y los teucros á las naves, dejó que sostuvieran el trabajo y la fatiga de la batalla; y desviando de los mismos los ojos refulgentes, miraba á lo lejos la tierra de los tracios, diestros jinetes; de los misios, que combaten de cerca; de los ilustres hipomolgos, que se alimentan con leche; y de los abios, los más justos de los hombres. Y ya no volvió á poner los brillantes ojos en Troya, porque su corazón no temía que inmortal alguno fuera á socorrer ni á los teucros ni á los dánaos.
10 Pero no en vano el poderoso Neptuno, que bate la tierra, estaba al acecho en la cumbre más alta de la selvosa Samotracia, contemplando la lucha y la pelea. Desde allí se divisaba todo el Ida, la ciudad de Príamo y las naves aqueas. En aquel sitio habíase sentado Neptuno al salir del mar, y compadecía á los aqueos, vencidos por los teucros, á la vez que cobraba gran indignación contra Júpiter.
17 Pronto Neptuno bajó del escarpado monte con ligera planta; las altas colinas y las selvas temblaban bajo los pies inmortales, mientras el dios iba andando. Dió tres pasos, y al cuarto arribó al término