alguna noticia? Pues no deseo quedarme en la tienda, sino pelear.»
254 Respondióle el prudente Meriones: «¡Idomeneo, príncipe de los cretenses, de broncíneas lorigas! Vengo por una lanza, si la hay en tu tienda; pues la que tenía se ha roto al dar un bote en el escudo del feroz Deífobo.»
259 Contestó Idomeneo, caudillo de los cretenses: «Si la deseas, hallarás, en la tienda, apoyadas en el lustroso muro, no una sino veinte lanzas, que he quitado á los teucros muertos en la batalla; pues jamás combato á distancia del enemigo. He aquí por qué tengo lanzas, escudos abollonados, cascos y relucientes lorigas.»
266 Replicó el prudente Meriones: «También poseo en la tienda y en la negra nave muchos despojos de los teucros, mas no están cerca para tomarlos; que nunca me olvido de mi valor, y en el combate, donde los hombres se hacen ilustres, aparezco siempre entre los delanteros desde que se traba la batalla. Quizás algún otro de los aqueos de broncíneas lorigas no habrá fijado su atención en mi persona cuando peleo, pero no dudo que tú me has visto.»
274 Idomeneo, caudillo de los cretenses, díjole entonces: «Sé cuán grande es tu valor. ¿Por qué me refieres estas cosas? Si los más señalados nos reuniéramos junto á las naves para armar una celada, que es donde mejor se conoce la bravura de los hombres y donde fácilmente se distingue al cobarde del animoso—el cobarde se pone demudado, ya de un modo, ya de otro; y como no sabe tener firme ánimo en el pecho, no permanece tranquilo, sino que dobla las rodillas y se sienta sobre los pies y el corazón le da grandes saltos por el temor de la muerte y los dientes le crujen; y el animoso no se inmuta ni tiembla, una vez se ha emboscado, sino que desea que cuanto antes principie el funesto combate,—ni allí podrían reprocharse tu valor y la fuerza de tus brazos. Y si peleando te hirieran de cerca ó de lejos, no sería en la nuca ó en la espalda, sino en el pecho ó en el vientre, mientras fueras hacia adelante con los guerreros más avanzados. Mas, ea, no hablemos de estas cosas, permaneciendo ociosos como unos simples; no sea que alguien nos increpe duramente. Ve á la tienda y toma la fornida lanza.»
295 Así dijo; y Meriones, igual al veloz Marte, entrando en la tienda, cogió una broncínea lanza y fué en seguimiento de Idomeneo, muy deseoso de volver al combate. Como va á la guerra Marte, funesto á los mortales, acompañado del Terror, su hijo querido, fuerte é intrépido, que hasta al guerrero valeroso causa espanto; y los dos se arman y saliendo de la Tracia enderezan sus pasos hacia los éfiros