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LA ILÍADA

197 Contestóle dolosamente la venerable Juno: «Dame el amor y el deseo con los cuales rindes á todos los inmortales y á los mortales hombres. Voy á los confines de la fértil tierra para ver á Océano, padre de los dioses, y á la madre Tetis, los cuales me recibieron de manos de Rea y me criaron y educaron en su palacio, cuando el longividente Júpiter puso á Saturno debajo de la tierra y del mar estéril. Iré á visitarlos para dar fin á sus rencillas. Tiempo ha que se privan del amor y del tálamo, porque la cólera anidó en sus corazones. Si apaciguara con mis palabras su ánimo y lograra que reanudasen el amoroso consorcio, me llamarían siempre querida y venerable.»

211 Respondió de nuevo la risueña Venus: «No es posible ni sería conveniente negarte lo que pides, pues duermes en los brazos del poderosísimo Júpiter.»

214 Dijo; y desató del pecho el cinto bordado, de variada labor, que encerraba todos los encantos: hallábanse allí el amor, el deseo, las amorosas pláticas y el lenguaje seductor que hace perder el juicio á los más prudentes. Púsolo en las manos de Juno, y pronunció estas palabras:

219 «Toma y esconde en tu seno el bordado ceñidor donde todo se halla. Yo te aseguro que no volverás sin haber logrado lo que te propongas.»

222 Así habló. Sonrióse Juno veneranda, la de los grandes ojos; y sonriente aún, escondió el ceñidor en el seno. Venus, hija de Júpiter, volvió á su morada. Juno dejó en raudo vuelo la cima del Olimpo, y pasando por la Pieria y la deleitosa Ematia, salvó las altas y nevadas cumbres de las montañas donde viven los jinetes tracios, sin que sus pies tocaran la tierra; descendió por el Atos al fluctuoso ponto y llegó á Lemnos, ciudad del divino Toante. Allí se encontró con el Sueño, hermano de la Muerte; y asiéndole de la diestra, le dijo estas palabras:

233 «¡Oh Sueño, rey de todos los dioses y de todos los hombres! Si en otra ocasión escuchaste mi voz, obedéceme también ahora, y mi gratitud será perenne. Adormece los brillantes ojos de Júpiter debajo de sus párpados, tan pronto como, vencido por el amor, se acueste conmigo. Te daré como premio un trono hermoso, incorruptible, de oro; y mi hijo Vulcano, el cojo de ambos pies, te hará un escabel que te sirva para apoyar las nítidas plantas, cuando asistas á los festines.»

242 Respondióle el dulce Sueño: «¡Juno, venerable diosa, hija del