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CANTO DÉCIMOQUINTO

darte, á Febo Apolo, el de la áurea espada; á mí, que ya antes protegía tu persona y tu excelsa ciudad. Ea, ordena á tus muchos caudillos que guíen los veloces caballos hacia las cóncavas naves; y yo, marchando á su frente, allanaré el camino á los corceles y pondré en fuga á los héroes aquivos.»

262 Dijo, é infundió un gran vigor al pastor de hombres. Como el corcel avezado á bañarse en la cristalina corriente de un río, cuando se ve atado en el establo come la cebada del pesebre, y rompiendo el ronzal sale trotando por la llanura, yergue orgulloso la cerviz, ondean las crines sobre su cuello y ufano de su lozanía mueve ligero las rodillas encaminándose al sitio donde los caballos pacen; tan ligeramente movía Héctor pies y rodillas, exhortando á los capitanes, después que oyó la voz de Apolo. Así como, cuando perros y pastores persiguen á un cornígero ciervo ó á una cabra montés que se refugia en escarpada roca ó umbría selva, porque no estaba decidido por el hado que el animal fuese cogido; si atraído por la gritería, se presenta un melenudo león, á todos los pone en fuga á pesar de su empeño; así también los dánaos avanzaban en tropel, hiriendo á sus enemigos con espadas y lanzas de doble filo; mas al notar que Héctor recorría las hileras de los suyos, turbáronse y se les cayó el alma á los pies.

281 Entonces Toante, hijo de Andremón y el más señalado de los etolos—era diestro en arrojar el dardo, valiente en el combate á pie firme y pocos aqueos vencíanle en las juntas cuando los jóvenes contendían sobre la elocuencia,—benévolo les arengó diciendo:

286 «¡Oh dioses! Grande es el prodigio que á mi vista se ofrece. ¡Cómo Héctor, librándose de la muerte, se ha vuelto á levantar! Gran esperanza teníamos de que hubiese sido muerto por Ayax Telamonio; pero algún dios protegió y salvó nuevamente á Héctor, que ha quebrado las rodillas de muchos dánaos, como ahora lo hará también, pues no sin la voluntad de Júpiter tonante aparece tan resuelto al frente de sus tropas. Ea, obremos todos como voy á decir. Ordenemos á la muchedumbre que vuelva á las naves, y cuantos nos gloriamos de ser los más valientes, permanezcamos aquí y rechacémosle, yendo á su encuentro con las picas levantadas. Creo que por embravecido que tenga el corazón, temerá penetrar por entre los dánaos.»

300 Así habló, y ellos le escucharon y obedecieron. Ayax, el rey Idomeneo, Teucro, Meriones y Meges, igual á Marte, llamando á los más valientes, los dispusieron para la batalla contra Héctor y los troyanos; y la turba se retiró á las naves aqueas.