tonces libró de la muerte á su hijo Meges. Éste, á su vez, dió una lanzada á Dólope en la parte inferior de la cimera del broncíneo casco, rompióla é hizo caer en el polvo el penacho recién teñido de vistosa púrpura. Y mientras Dólope seguía combatiendo con la esperanza de vencer, el belígero Menelao fué á ayudar á Meges; y poniéndose á su lado sin ser visto, envasó la lanza en la espalda de aquél: la punta impetuosa salió por el pecho, y el guerrero cayó de bruces. Ambos caudillos corrieron á quitarle la broncínea armadura de los hombros; y Héctor exhortaba á todos sus deudos é increpaba especialmente al esforzado Melanipo Hicetaónida; el cual, antes de presentarse los enemigos, apacentaba bueyes, de tornátiles pies, en Percote, y, cuando llegaron los dánaos en las encorvadas naves, fuése á Ilión, sobresalió entre los troyanos y habitó el palacio de Príamo, que le honraba como á sus hijos. Á Melanipo, pues, le reprendía Héctor, diciendo:
553 «¿Seremos tan indolentes, Melanipo? ¿No te conmueve el corazón la muerte del primo? ¿No ves cómo tratan de llevarse las armas de Dólope? Sígueme; que ya es necesario combatir de cerca con los argivos, hasta que los destruyamos ó arruinen ellos la excelsa Ilión desde su cumbre y maten á los ciudadanos.»
559 Habiendo hablado así, echó á andar, y siguióle el varón, que parecía un dios. Á su vez, el gran Ayax Telamonio exhortó á los argivos:
561 «¡Oh amigos! ¡Sed hombres, mostrad que tenéis un corazón pundonoroso, y avergonzaos de parecer cobardes en el duro combate! De los que sienten este temor, son más los que se salvan que los que mueren; los que huyen, ni gloria alcanzan ni entre sí se ayudan.»
565 Así dijo; y ellos, que ya antes deseaban derrotar al enemigo, pusieron en su corazón aquellas palabras y cercaron las naves con un muro de bronce. Júpiter incitaba á los teucros contra los aqueos. Y Menelao, valiente en la pelea, exhortó á Antíloco:
569 «¡Antíloco! Ningún aqueo de los presentes es más joven que tú, ni más ligero de pies, ni tan fuerte en el combate. Si arremetieses á los teucros é hirieras á alguno...»
572 Así dijo, y alejóse de nuevo. Antíloco, animado, saltó más allá de los combatientes delanteros; y revolviendo el rostro á todas partes, arrojó la luciente lanza. Al verle, huyeron los teucros. No fué vano el tiro, pues hirió en el pecho, cerca de la tetilla, á Melanipo, animoso hijo de Hicetaón, que acababa de entrar en combate: el