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CANTO VIGÉSIMO

Apolo arrebató al troyano, haciéndolo con gran facilidad por ser dios, y lo cubrió con densa niebla. Tres veces el divino Aquiles, ligero de pies, atacó con la broncínea lanza; tres veces dió el golpe en el aire. Y cuando, semejante á un dios, arremetía por cuarta vez, increpó el héroe á Héctor con voz terrible, dirigiéndole estas aladas palabras:

449 «¡Otra vez te has librado de la muerte, perro! Muy cerca tuviste la perdición, pero te salvó Febo Apolo, á quien debes de rogar cuando sales al campo antes de oir el estruendo de los dardos. Yo acabaré contigo si más tarde te encuentro y un dios me ayuda. Y ahora perseguiré á los demás que se me pongan al alcance.»

455 Así dijo; y con la lanza hirió en medio del cuello á Dríope, que cayó á sus pies. Dejóle, y al momento detuvo á Demuco Filetórida, á quien pinchó con la lanza en una rodilla, y luego quitóle la vida con la gran espada. Después acometió á Laógono y á Dárdano, hijos de Biante: habiéndolos derribado del carro en que iban, á aquél le hizo perecer arrojándole la lanza, y á éste hiriéndole de cerca con la espada. También mató á Tros Alastórida, que vino á abrazarle las rodillas por si compadeciéndose de él, que era de la misma edad del héroe, en vez de matarle le hacía prisionero y le dejaba vivo. ¡Insensato! No comprendió que no podría persuadirle, pues Aquiles no era hombre de condición benigna y mansa, sino muy violento. Ya aquél le tocaba las rodillas con intención de suplicarle, cuando le hundió la espada en el hígado: derramóse éste, llenando de negra sangre el pecho, y las tinieblas cubrieron los ojos del teucro, que quedó exánime. Inmediatamente, Aquiles se acercó á Mulio; y metiéndole la lanza en una oreja, la broncínea punta salió por la otra. Más tarde, hirió en medio de la cabeza á Equeclo, hijo de Agenor, con la espada provista de empuñadura: la hoja entera se calentó con la sangre, y la purpúrea muerte y el hado cruel velaron los ojos del guerrero. Posteriormente, atravesó con la broncínea lanza el brazo de Deucalión, en el sitio donde se juntan los tendones del codo; y el teucro esperóle, con la mano entorpecida y viendo que la muerte se le acercaba: Aquiles le cercenó de un tajo la cabeza, que con el casco arrojó á lo lejos, la médula salió de las vértebras y el guerrero quedó tendido en el suelo. Dirigióse acto seguido contra Rigmo, ilustre hijo de Píroo, que había llegado de la fértil Tracia, y le hirió en medio del cuerpo: clavóle la broncínea lanza en el pulmón, y le derribó del carro. Y como viera que su escudero Areitoo torcía la rienda á los caballos, envasóle la aguda